sábado, 3 de septiembre de 2016

disección DE UN CADÁVER


 (Poemario A PUNTO de publicarse)

POLVO
El evangelio urbano según la Cinti
Augusto Thassio S. Gómez de los Infantes

...Esquivo las manadas
de cabrones sumisos,
vitoreo la bravura
de motores rugientes
y pongo banderillas
a los paso de cebra...


...Los hijos que no tuve
me tiran de las ropas
se me agarran del cuello
procurando caricias
que ahogué entre las aguas
estancadas del miedo...


Hacía tiempo que Cinta había muerto, mucho antes de su miedo, de su rabia, de su delincuente manera de morirse, poco a poco, como se deteriora una flor en solo una primavera, con esa lentitud urgente y lógica, cuando cada día se pronuncia una muerte, una huída distinta y miserable, en la visibilidad de su entrepierna, de su muslo,  por los caminos abiertos de su piel y a los ojos de aquellos que nunca la miraron.                        

Augusto Thassio disecciona el camino hasta hacerse arteria putrefacta, el olor nos mancha hasta los huesos. El poeta continua escarbando en las heridas que salpican palabras malsonantes, rimas pintadas de la cruda realidad cuando el dolor, el miedo, no encuentra ya lugar en el pecho, ni la lágrima. Cuando el alma se vuelve sólo coño entre las piernas a la vista del mundo y sus secuaces.

Tremenda manera de vaciar un cadáver. Intensa autopsia de una mujer expulsada del trozo de paraíso que a todos nos pertenece, y expuesta al cadalso cotidiano de las calles, entre semáforos naturales, donde la humanidad no encontraba hueco ni soltura, entre secuencias mundanas, exigibles al latir de un ciudadano cualquiera. Ella no lo era, sin derechos,  muerta, mientras el rojo de su sangre se iba volviendo negro y el aire nunca fue aire, más que viciado elemento para seguir su ruta hasta el ataúd que le imponía cada paseante.
Nunca una sábana se volvió tan urgente como en este poemario, donde el lupanar lo lleva a cuestas la protagonista, en los hombros.  El pánico es vivir, seguir latiendo, mientras los ojos se vuelven testigos incapaces de sentirse por dentro.
Valiente y descarado el poeta, se mimetiza, se inmiscuye en la oscuridad sanguínea, en el voraz apetito de horas y minutos, mermados de briznas (la muerte llevó siempre la ventaja) por los territorios opacos por donde viajaba la protagonista, hasta dormirse un rato en el corazón de la Cinti.
Testigo único, el autor, de su morir viviendo. 

...Cagándome en la madre
que parió a medio mundo,
les grito en desafío que imiten
mi desgarro de himen.
Y se unten el dedo con saliva...

El contador de historias desvergüenza al verso para hacernos partícipes de la caída al abismo que propone el vicio blanco, suave, atractivo, disfrazado de paz en la encubierta forma de proponer un secuestro inacabado. Consigue, en su rima apócrifa, que todos al mismo tiempo seamos la Cinti, cuando la fluidez nos convierte en secuestrados anónimos del blanco poder en forma de Polvo.

...La Luna está preñada.
Y yo jodida.
En las esquinas de los malos ratos...
.
Magnífico, Augusto Thassio.

Ana Deacracia.