domingo, 27 de noviembre de 2016

Santiago Aguaded Landero. "El indigente Andaluz" En el laberinto de Carrefour.

Presentación en Café cultural Trébol

Santiago Aguaded Landero.

"El indigente Andaluz"  En el laberinto de Carrefour.
Todo podría quedar dicho con tan sólo una frase, iluminadora de las Ausencias que el autor predica como cantinera insustituible.
Todo quedaría dicho con una simple frase que nos ubica en la administración de la muerte continuada de la vida en esta sociedad decadente y autista.

Todo en una frase que se recoge en una de sus anteriores obras "El libro de fuego"
Dice Santiago:
¿Quién vigila al vigilante?  
El vigilante zafio que organizó las tripas de este mundo, producto de nuestra necia manera de delegar…
Dimos hacienda y licencia, irrecuperables.
Y entonces ofrecimos el alma de forma voluntaria.
Me atrevo a apuntar que eso ha sido los más terrible que ha hecho el ser humano. DELEGAR.

No es el desahuciado, el indigente, la victima atroz que reconocemos hoy, causa y producto de este capitalismo brutal e impudoroso que nos ataca en esta guerra encubierta, o cara descubierta para algunos.

No se trata de él, del indigente al uso.
No solamente él, el desahuciado visible, la consecuencia de nuestro miedo. Miedo como estructura fundamental del sistema. Zapata arquitectónica que asumimos desde la más terrible aceptación, sin análisis.
No importan las balas…, mientras que el pecho sea de otro, cuando la realidad es que siempre nos dan en el pecho.
El miedo nace ahora con nosotros como instrumento para la organización y reorganización, que no en pro de nuestra defensa, como lógica intención del dios de las cosas.
Miedo. Ese que se vislumbra y te ataca en ese poemario.

No es el indigente, este andaluz de Carrefour, ese que miramos de soslayo, cruzando los dedos para no serlo nunca, o mirando para otra parte, prepotentes en la seguridad de que jamás seremos parte del desastre, cuando somos desastre en palabras mayúsculas.

Ese es el desahucio al que el autor se refiere. La actitud de todos y cada uno de nosotros ante el embargo de nosotros mismos.
Él es el indigente…, moribundo viviente en esta sociedad precocinada.
Se muere, el autor, entre Ausencias ¿Exilios/Distancias/Vacíos? venidas y prevenidas, en una constante secuencia de arritmias, donde le duele las sombras y las luces, donde todo es desgarro.





CUERPO DE SOMBRA,
en el Carrefour existencial de las evidencias.
Cuerpo sin piel, en la realidad-ficción sin decoro. Ese soy yo:
el que descubre luces y las cuenta. Luego las escribo en un cuaderno
de notas donde, algún día, algún sabio fugaz deducirá
la unidad de los contrarios: luz y sombra, presencia y ausencia.
Mi existencia escrita, con el claro pensamiento del diálogo, aún
sin diálogo. Este cuerpo de sombra, con sus claros deseos de
SAL y amor, frente a la fragua del lenguaje. Esa flor inmaterial,
que conjuga disciplina y transgresión y controla, con la absoluta
precisión de un experto lanzador de cuchillos, mi espíritu
contumaz, acostumbrado al Dolor, al Olvido.


 Dolor, Olvido, protagonistas tangibles y tantas veces esa Ausencia, como decapitador absoluto de la vida. Ausencia limitadora y alquimista, por el poder que imprime en la palabra…
 Ausencia… consciente de que solamente vivimos en decadencia, en la muerte lastimera en la que latimos, él y  su necesidad lacerante de calmar su hambre. El hambre de todos, es el hambre de todos, aunque el resto no lo grite.
Él es el indigente, protagonista y referente del ciudadano del mundo y de sus cosas… Consciente de que nada necesita más que la propia vida, tiempo, amor y condescendencia, en su desdén/afinidad lúcida hacia la SAL en todos sus aspectos, SAL, como concreto acrónimo de su propio nombre, como imagen perfecta con la que se sustituye a sí mismo.  
Dice Santiago: Busco su piel ungida por la tristeza de las serpientes de SAL,  y como digo, dejándome absorber por la magia de la palabra podría ser él la serpiente de sal, inoculando tristezas, cuando es inevitable…, o sal, como salario/esclavitud, en esa asociación de la palabra, enorme bola de nieve. Visión para los ciegos, en la necesidad de no sentirse solo en un mundo que se resbala en sí mismo.
El hambre del mundo…, la equivocación de la idea. El contexto hilvanado en madejas confundidas, en parámetros otros, diferentes al hambre verdadera en la que adolece el hombre/la mujer, sin querer mirarse, porque nos miramos solamente el ombligo como punto álgido al que  nos aboca el proyecto.

LA PUBLICIDAD del hambre/la carne me acerca
un instante al límite del Carrefour.
Mas enseguida veo la trampa que el tiempo nos tiende. ¿Qué
es el hambre? ¿Una ilusión de movimientos peristálticos o el
simulacro real de un estómago enfermo? Ellos siempre llevan
el insulto en los ojos y en los labios el eufemismo. ¿Qué haremos?
El tiempo no es más que el vértigo profundo de una idea
y nosotros somos muchos y tenemos mucho tiempo. Porque
existen flores enfermas que mueren en los suburbios, escribo.
Porque el futuro es un fusible fundido. Porque nos gobierna
la muerte y el humo de muestras hogueras prende en el olvido.
Porque Luna se ha perdido en el laberinto del lucro. Porque la
verdad es un virus un veneno diluido en una infusión de valeriana.
Porque la estética no me convence como forma de resistencia:
por eso cierro los ojos y veo la piel púrpura de la
lepra en mi cama de cartones. Por todo esto y más, resisto, resistiré.


 Hace de conciencia, el autor, una constante idea que persiste en cada página, abriendo los laberintos a los que estamos sujetos y provocando ecos concatenados en la ilusión de que su lectura fructifique y provoque la animadversión/adhesión a la verdadera luz de esa SAL gobernadora.

Y para ir concluyendo quiero hacer hincapié en un extracto muy clarificador de una de sus prosas, que resumen el lugar perfecto en el que instalarnos en ese NO-LUGAR de este CARREFUR imaginado/real en el que vivimos.

Dice Santiago en su CARMEN DEL INDIGENTE INSULAR, que así se titula la prosa que  nombro:
Si escogiera, si pudiera escoger el camino, el destino o el amor; si escogiera hoy, volvería a elegir la pobreza, nacer con la memoria del AGUA y la TIERRA.

Ese sería un perfecto inicio al mundo de los hombres.

Y me vais a permitir otro pequeño fragmento, no soy capaz de cerrar esta presentación obviando otro comentario para mí muy especial. Es un trocito que me causa una punzante ausencia…, por de quien es el personaje a quien se refiere, y por el significado concreto para mí.

Hay mendigos, dice Santiago, como Josefito Figuraciones, que conocen las pérdidas del cielo y por eso lo mira con un calidoscopio de metal para recordar a su madre también mendiga.

Permitidme una licencia: Josefito era un personaje de Juan Ramón Jiménez, lo digo para quien no lo sepa. Él se esconde detrás de su invención, y desde él le dedica a su madre la frase más bella del mundo.
Y yo con la intención de terminar, con amor y esperanza en el ser humano, esa necesaria sensación, como aire para la supervivencia, creo que sería reconfortante terminar citando al poeta.
Decía Juan Ramón de Josefito, de su madre, cuando miraba por su caleidoscopio.

"se caían musicalmente unos cristales y aparecía una madre suya bordeada de colores transparentes"  


Ana Deacracia