jueves, 24 de noviembre de 2016

JUAN ANTONIO GUZMÁN / UNIVERSO... un verso

PRESENTACIÓN DE LA OBRA DE JUAN ANTONIO GUZMÁN


(...Y yo que sólo quise,
después de haber nacido,
sencillamente, ser).

Bonares, el poeta dice así cuando habla de su pueblo:

Mi pueblo vive al lado del tinto, río Tinto, y de otros pueblos blancos. Su  nombre significa: Buena cosa. Su escudo lo componen: un fondo verde campo, cuatro pámpanos de oro de cepa vendimiada y la expresión de un lince mirando de frente.
Al despertar los días, mi pueblo despereza un aliento de arcilla, de pan, de aceite y mosto.
Siempre que desayuno un tostón calentito, parece que me como la esencia de mi pueblo….

Respeto y añoranza a su pueblo desde la visión de aquel niño que fue, su ingenuidad perdida en los años, que nos la roban incluso desde la licencia. 

Me gustaría encontrarme
en un jardín del mundo
al niño que maté con mi experiencia
para darle la mano,
para comprarle un globo,
para sentirme necio y sin respuestas
a su montón, sin orden, de preguntas;
para llenar mi cuerpo de barcos de papel
         y pasear, unidos, ilusión y nostalgia


Me deshizo el poema que escribió con poco más de veinte años, y que recitó en Almonte. La primera vez que nos veíamos.

Envidié a su madre, en ese momento…, me hubiera encantado que mi hijo hubiese escrito algo parecido a esa edad, pero por otro lado era evidente que observar de esa manera el mundo, es abrirte en canal demasiado pronto.

Así, con desparpajo, sonríe ese niño
tras jugar con el barro de las primeras lluvias,
sin saber que una nube se despertó llorando,
sólo ve que este mundo le ha manchado las manos
al hacer despacioso su primer valibache*.
Todos vimos perplejos la pureza abatida.
Se estremeció el espíritu tras masticar limón...
Y los dientes de leche convirtieron la estopa
          de boca agonizante en un cielo lunario.




Uno de sus tantos poemario "Universo y verso"…
donde aúna varios de ellos, me ha dado la oportunidad de ahondar en su alma.

Valoro a los poetas por lo que me dan, y transmiten, no soy crítica ni mucho menos. Solamente soy percibidota del verso e indagadora del mensaje. Me inmiscuyo y navego.

 Juan Antonio Guzmán, se da entero y nos llega desnudo con todo su tremendo equipaje.

Su poemario me estalló en las manos…, de golpe me sugirió pintarme la cara con sus frases, llenarme de guerra, de ansias y rebeldías, de alarmas gritadas desde el corazón.
 De vida observada con cientos de ojos, y convertidas en poemas, con su belleza azul, y una sensibilidad inesperada, suave, como la rima más exquisita. Fuerte, como el golpe más certero sobre la mesa.

 Entonces es cuando me reafirmé, cuando me contagió la enfermedad de su verso, es UN POETA JUAN ANTONIO GUZMÁN.

Cuando el viento de un día arrastre ante tus ojos
el cansancio de un hombre envuelto en su añoranza
con el rostro marcado a fuego por la angustia,
no le mires su pecho hacia dentro arqueado
como nido indefenso de derrotas latentes,
mejor será secar ese volcán ahogado
de llorar para adentro con lágrimas de fuego...
Acógelo en tus brazos, agacha tu mirada
          y ayúdale, sin prisas, a levantar la suya.

Su elegancia se desliza como un gigante sutil, rompiendo a pedazos las estatuas, derribando muros invisibles y sembrando en las almas el análisis necesario para crecer en plena simbiosis con el poema, que es poesía como vínculo imprescindible del hombre con el hombre, del hombre con la naturaleza, de hombre con la nada, y con el todo, en esa realidad permanente en la que intentamos sobrevivir.


               Todo es ya en su nada.


    Presiento que el poeta no cesa en la búsqueda de sí mismo, del mundo en el mundo, de los porqués que jamás tendrán respuestas, innecesarias cuando uno se responde a sí mismo.

Dios se hizo verbo.
Y el Verbo, Nombre.
Y el Nombre, Hombre.
Y el Hombre, Verso.
Y el Verso, Mundo.
          Y el Mundo, Infierno.

La lucidez que agrieta las heridas del analizador ante realidades, aunque aún no siente que estemos del todo perdidos en medio de la pérdida.
La belleza de la naturaleza, lo esencial, él lo sabe, lo declama, precisamente en lo esencial está la esperanza.
El amor, la mano tendida, la generosidad. El animal tibio en conjunción con el árbol, con la luz, con la rama incesante en su crecimiento para hacer nido al pájaro que la habitará, es ahí donde se percibe el susurro de los dioses, el latido del universo con el que se presume parte y enemigo, imprescindible y completamente prescindible, en la ambigüedad de la cordura que asume que el hombre no es más que eso, el humano que llueve su prepotencia sobre todas las cosas.

¡Ay, Tierra!
En ti se dan los sueños,
en ti se dio la mente.
¡Qué maldición tan grande!,
¡qué bendición tan pura!

Y acaba el poema…
En ti estamos todos y de mí te alimentas.

La vida se alimenta de la vida y en la vida nos preparamos para la muerte, morimos a cada instante. La muerte es nuestra compañera inseparable de la vida, que no es más que eso, la preparación cómoda o incómoda hacía la muerte.

Es una constante, la muerte late incesablemente a nuestra vera, no convivimos solamente con nosotros mismos y nuestros abismos, ella siempre luce a nuestro alrededor como una sombra a la que terminaremos besando en la boca, pero mientras tanto debemos en la consciencia de ella, obviarla, ganando batallas, sobreviviendo.

Ese es el mensaje trágico a la vez que tranquilizador, porque la muerte espera tranquila y paciente el beso….


Me quejo de los hombres
que, al mirarse en espejos,
ven al hombre indefenso.
¡He roto tantas lunas pasando por delante…!
Cada vez que lo hago más condeno a mi cuerpo.
El peso de mi odio
es un amor tan fuerte
que me ahoga a mí mismo; si respiro
no es aire lo que a mi pecho llega:
son gritos de sudor, paciencia y hambre... Y
por eso lloro mi vida.
Y me muero...
Es mi muerte quien sella mis actos.


El universo como administrador cósmico, como grandeza generosa, contribuidora de fuente y vida. El universo cambiante y progresivo, perceptor de sensaciones y circunstancias que cambian el paisaje continuamente cuando la rotación de nuestros propios planetas es única en cada uno, en un mundo de caos donde "la pachamama"  diosa madre de pueblos precolombinos, late dentro, como un corazón anexo al corazón, en la ceguera y el reencuentro, en la intención y la evidencia.

La vida es corta,
el mundo crece...
Hombres, pensad de niños.
Niños, seguid jugando,
          nunca penséis.


En la conspiración eterna entre las órbitas. En la dualidad de resistirse a morir o de soñar que somos un momento.


Pero el hombre es indómito, y cultiva la muerte
como divertimento, y ambiciona poder,
y acumula una historia sin salir de la histeria
de no saber vivir en paz consigo mismo.
Tal vez, por eso, amigos, escribimos historias,
historias de la histeria como divertimento.
Desde que el hombre obtuvo su uso de razón,
el hombre ya no siente ni escrúpulos ni dicha.
Mató a su niño, y punto. Después que ya enterró
su muerte en sus adentros, después de superar
su vida sin amor, ya todo fue más fácil...
Inventamos las guerras y la ambición y el hambre.
         Éstas, insuperadas; aquellas superables


La belleza fragua, hace uno a cada estrella con el yo mismo. Da pie, razones para construir, nos da agua para interrumpirnos en la poesía y dejarnos llevar, bebiendo como alimento único, a veces, cuando vivir no es suficiente.
La belleza es la amante que nos sostiene y nos regala la manera perfecta de fundir entendimiento, lógica y sueño. 

Es beso,
un verso,
ver eso
uno
que no es
y es
          el Universo.


Morimos cada día, matamos cada día, asumimos con cotidianidad cada pequeña muerte.

Pero el hombre es así
El hombre deja la paz en la montaña
y vuelve solo.
En la ciudad le esperan el grifo y el reloj,
el miedo y la mirada.
Es probable que vea
un sueño en la ventana de un edificio viejo
secando
su misteriosa lluvia
al sol emparedado de la calle.
Es posible que encuentre una amistad cansada,
como si alguien muriera en sus adentros.
Pero el hombre es así: De piedra lleva oculto,
          detrás de cada olvido, un cementerio propio.

Universo sin paz, sin el pan necesario para desfallecer, en la búsqueda interminable de una estrella que nos salve y nos dé la razón y el equilibrio. Esa paz necesaria que es tan esquiva y a la vez tan vital, en la propia quimera de su existencia. El hombre como cargador de la única salida, la esperanza que persiste, consistente, como ceguera oculta tras los ojos.

Nadie podrá vencer la paz del todo... Aunque quiera beberse la mar de un solo trago, aunque quiera quemar la vida de los bosques.
¿Queréis que cante el hombre a nuestro hombre?: el que exige justicia y no la cumple, el que no grita pan para no dar un trozo, el que sueña despierto por temor a la muerte, el que duerme sin sueños por temor a la vida... ¿Y el hombre está pensando en ser feliz…?
        Sintámonos los dueños de un mundo colmado de apariencias. Sintámonos partícipes de un mundo roto por los codos y a punto de estallar por todas partes. Aunque, mejor, esperar de vacío; por si, acaso, el destino y el hombre se cargan de verdad

  
Siempre la esperanza golpeando la incertidumbre, cuando el amor es balsa donde navegar a ratos que no se acaben nunca.
Que no falte el amor, ruega el poeta, el amor,  es el verdadero universo único.
Siempre las estrellas envueltas en lo humano…, el mar, la tierra como vehículo hasta los cuerpos amantes en su derrochar vida en cada fusión de almas, con lo sencillo de amarse y los cósmico que se presiente al goce.

Vuelcas, cuando sonríes, el mundo por tu aliento y en tu semblante asomas los parajes recónditos de la mar, de la tierra. Sea contigo lo blanco, lo esencial, lo sencillo.
Para verte completa, he de cerrar los ojos y encender la alegría de tenerte; tan cerca y tan distante, tan confusa y tan clara, como mi alma toda. Abrazando tu cuerpo, anillo tu melisma; entonces, bebo el sorbo diario de agonía y lo convierto en polen.
Prolongado en tu entraña, es el único instante que no cabe en mis días, ni en la luz de tu noche, ni en las simas conjuntas de las aguas océanas.


 Juan Antonio Guzmán, concluye. La belleza, el amor, la paz lo tranquiliza dentro de su propio debacle.

Encontrarás la verdad cuando se agoten los errores más cercanos a ella. Aquí está, cubierta de patrañas, necedades y cierto miedo a descubrirla. Porque lo evidente nos obliga, nos conduce, nos absorbe, nos libera sin acto voluntario, y la soberbia fomenta una verdad que no es la verdadera, pero sí nuestra, la nuestra. La verdad está aquí, adosada a la suela de un zapato cual chicle lastimoso, amasada con jugo salivar en alimento

No sé…


Solamente sabemos que no sabemos nada, o igual sabemos tanto que no queremos saber más de lo que ya es evidente.

Podría haber seguido hablando durante horas… Da para eso. El verso del Juan Antonio Guzmán se hace latido en mí, como una ola de espuma en el otoño cuando el frió te cala los huesos y la generosa ola te cubre con su bruma etérea y verdadera, y te vuelves espuma tu también, no sabes si te duele o si te abriga, pero te hace vivir y revivir, y se trata precisamente de no morir viviendo,  sino vivir muriendo.

Podría llevarme horas ahondando en las conclusiones y los sentires del poeta, recreándome en la belleza de sus tantas frases penetrantes y mágicas, pero termino con una frase elegida entre tantos escritores, por el mismo.

George Steiner: «Hablar desde el silencio de la creación es peligroso. Hablar con el máximo vigor de la palabra, como lo hacen los poetas, lo es más todavía».


Y yo añado, que me enamoro de la frases, cito una que me ha encantado.

Hay mares de ginebra en los estanques.

Juan Antonio no le hado ese contexto, pero esta frase me dice que
aún nos queda esperanza, si de verdad surgiera la ginebra de los mares, y nos sintiéramos ebrios de naturaleza en la consciencia cósmica de que todos somos todo y nada.  



ANA DEACRACIA