"Sé que me
castigaran indefinidamente, pero he de hacerlo"
decía una niña, por aquellos años sesenta, una niña
sensible…,
y acercándose a
las celdas abrió una a una todas las puertas, conduciéndoles a la libertad, las
aves inspeccionaban tímidamente el hueco de salida"
Así se nos presenta una niña Manuela, sensible, y coherente
con su propia política de vida, ya entonces Manuela era poeta, quizás ese fue
su primer poema, escrito en el aire de las alas de aquellas aves que saboreaban
el volar alto, hacia el azul, presintiendo ser dioses, así debe de saber la
libertad.
Manuela Lozano Pérez, nació en 1958, en Villanueva del
Ariscal, Sevilla, pero a Punta Umbría la lleva en los goznes, nada sería Punta
Umbría sin ella, sin su arte, sería un pueblo más callado en invierno y más
triste en verano, sin ella, la poeta de Punta Umbría, ella…, Manuela,
importante.
No hace falta conocerla para quererla, no hace falta, fue un
segundo, en un encuentro poético, un saludo, unas palabras y se hizo el milagro
de la empatía. No la conocía, ningún dato, además de que no soy nada curiosa,
pero estaba claro que Manuela era genial, lo dice su sonrisa, y el modo de
tratarte, y esa sal espontánea que lleva en la mirada y te atrapa como el mejor
de los condimentos.
No hace falta que diga que la quiero, me salva a ratos, ella
abre mi jaula para que vuele, y eso siempre es fantástico, una amiga que incita
a volar…
Una sonrisa
única, mientras vuelan los pájaros,
el suspiro
azul del cielo encandila las alas
una niña
sueña, con esa libertad
que dibuja
en el aire.
Sueño, sueño ser libre como los
pájaros
en el azul María de la inocencia,
bajo la flama que encandila el
Aljarafe
mientras dibujo suspiros en el aire.
Sueña, niña
de espuma, con las manos abiertas,
cuando el
ave se deja llevar por la corriente
que le
agudiza el alma, entrado el horizonte
entre el
pecho y el deseo de volar hacia el sur.
Sueño, sueño con orillas blancas
y amaneceres de espuma guardando la
vida,
sueño ser ave abrazando el ocaso
y ondear mis alas en los vientos del
sur.
Que no te
ensucie nadie el corazón de plata
que guardas
en tu escote,
que el
mundo no te diga lo que tienes que hacer
porque tú
eres muy grande, niña de aires de azúcar
donde
vuelan los pájaros.
Sueño, sueño que mi escote es una
caja de música
donde he de guardar el corazón de
plata,
los aires de azúcares, el alma de
niña
y el vuelo libre de los pájaros.
Gracias, Manuela, por lo que das, por lo cómo eres. Eres
Manuela, a pesar de disfrazarte de Maruja y darle esa entidad maravillosa de
niña diferente.
Diferente era el mundo que nos cuenta Manuela en su libro LA
SENDA DE LAS PERLAS, La España franquista donde nació, con lo que ello
conllevaba, o conlleva, aún el régimen haciendo estragos dentro de nosotras,
aún la herencia..
Salvo eso, nada me
llega en negativo de lo que relatas, vivimos la misma época, excepto el primer
rechazo por niña demasiado rígida con la verdad, y obligada acompañante en el
pasear de los novios, cuando debía vigilar a sus hermanas. Por lo demás me
viene una infancia especial, donde el amor es la cuadricula donde todo se
amplia hasta quererse. No todos tuvimos eso, tu padre era amor y generosidad, y
daba amor a sus hijos y a su esposa, en total compromiso. No observo indignidad
ni patrimonio por parte del hombre de la casa, mucho es decir de tu padre para
la época. Era amor tu vida, Manuela, y eso es lo que me ha llegado cuando leo
tu libro, envidia sana de una vida libre. Lástima que la religión te bordara
las alas antes de tiempo, pero has podido con ello y eso es magnífico.
Manuela escribe desde el anonimato, sabiéndose ciudadana de
la calle y de la gente, sin aspavientos, ni aderezos que entretengan el paso de
los ojos por las páginas donde la vida se expande en un segundo, como si
vivieras con ella sus años de infancia y su adolescencia.
Te llega tal cual, como la lluvia cuando te da en la cara y
te moja de la vida de otros. Ella es aguacero en medio de la calle, cuando el
calor te aprieta la garganta.
Es ella, Manuela Lozano Pérez, esa niña que concluye que lo
mejor de la vida fue su infancia…, y su adolescencia, cuando aún el mundo
parece que te espera de colores, aunque en el fondo sepas, quizás por demasiado
avispada, que el arco iris siempre se observa de lejos, y que lo debemos de
pintar nosotros, cada día de la vida que nos reste, un matiz de pintura al
lienzo que se arruga y envejece, y un color de naranja por un lado y una pincela
azul que te recuerde el cielo y sus contrastes, o el mar que no fue suyo hasta
entrada la vida.
Manuela hoy promete, promete hacernos felices de vez en
cuando, no hay más que verla, hoy es escritora, pero ella realmente es poeta
hasta los tuétanos, esa poeta que nace en la cocina, friendo huevos a los
nietos, que nace en el parque mientras una vecina le aprieta con su vida la
cintura y entonces ella luce un escaparate de poemas nuevos, para que todos
sepamos del mal que padece su mundo de paseante observadora de las cosas, desde
el perfil prudente y humilde de quien no se encuentra briznas de poesías en
ninguna uña, ni cuando se peina, ni cuando se mira, no se ve poeta, pero su
alma vibra en sensaciones que la travisten en la frase perfecta donde enjugar
su vida y sus matices. Ella es poeta aunque aún no lo sepa.
¿Qué es el amor? le preguntó a su madre.
Lo sabes, Manuela, qué es el amor.
Su madre, Isabel, su madre, la mía, ellas si vivieron
infancias trágicas. Nuestra madres, las que no tuvieron infancia ni
adolescencia, nacieron adultas a la vida, sin pensar en ella mismas, solo
sobrevivir entre la angustia, las carencias, el hambre, la sumisión, la
tremenda esclavización de la mente, de las actitudes. Nadie les enseño a
pensarse, y Manuela lo narra en su libro RETALES, con una sensibilidad
extraordinaria. Este libro se muestra mucho más maduro, más consistente, se
nota el recorrido de una escritora dispuesta a crecer y darlo todo ante su
teclado.
Volvemos a la madre, al útero, volvemos al padre, al timón,
al referente. Ramón, ese pintor de brocha gorda que un día soñó con ser
Ingeniero de Caminos y se prendió su sueño en un puñado de pinturas de colores,
sobre lienzos absurdos, cosas del régimen…, que aún siguen entre nosotros…,
siempre.
Manuela deja entrever
perfectamente que ella es Isabel, que ella es Ramón, con todo el nervio del
mundo, lleva en su actitud, en sus modos, en su fuerza, en cada sonrisa, cada
abrazo, cada manera de proceder, ella es Isabel y Ramón, en esa plenitud del
agradecimiento y el amor, del reconocimiento absoluto de que tuvo suerte en la
vida, por los padres que disfrutó.
¿Qué es el amor? le preguntó a su madre.
Lo sabes, Manuela, qué es el amor.